miércoles, 25 de marzo de 2009

Relato de un sueño. Capítulo II

El viaje comenzó en la Terminal 3 del aeropuerto de Barajas por la mañana del lunes 9 de marzo, después de enviar el pertinente mensaje de felicitación a nuestro hermano mayor. Le tocaba cumplir años mientras veía como nosotros cumplíamos un sueño que él también hubiera disfrutado, pero aún así también disfrutó de nuestro viaje. Es injusto que me queje, pero podía haber sido el premio para tres personas. El caso es que a las 9 nos habíamos citado mi hermano pequeño y yo con la expedición del Real Madrid para partir con rumbo a Liverpool dos horas más tarde. Entre nuestros compañeros de viaje había directivos y otra gente adinerada y bien vestida, los periodistas que suelen acompañar al equipo (fotos con Miguel Ángel Díaz “Miguelito”, de Radio Marca y con Matallanas, de la Cope), otros aficionados que también habían ganado algún concurso, y los jugadores y técnicos del primer equipo. Ellos llegaron los últimos en un autobús desde Valdebebas y se metieron enseguida en el avión, pero aunque pasaron rápido por nuestro lado, me dio tiempo a gritarle a Pedja un reivindicativo “¿Dónde está Granero?”. Como era de esperar, ni siquiera me miró. A los pocos minutos ya estábamos todos sentados en nuestros asientos del Boeing 747400 de dos pisos, bastante más grande y al parecer menos ruidoso que la Saeta, que nos llevaría a tierras inglesas. Alrededor de las 14, hora local, estábamos ya instalados en la habitación 414 del hotel Hard Day’s Night, homenaje a la mítica banda de Liverpool, contemplando el retrato de McCartney y las maravillosas vistas sobre los tejados de la ciudad, iluminada por un sol que parecía mediterráneo.

Y por la tarde el plato fuerte: teníamos una cita con los jugadores en su hotel. Éramos 12 los que estábamos allí gracias a algunas de las marcas que patrocinan al club para ver a la plantilla del Madrid el día antes del partido más importante de la temporada. Después de casi una hora esperándoles en una sala preparada exclusivamente para ese acto por los empleados del hotel Radisson, entraron por la puerta los 20 jugadores convocados para el partido del día siguiente encabezados por su capitán. Raúl fue precisamente el que se mostró más serio del grupo, quizás concentrado para una tarea difícil, quizás sabedor de que esa tarea era precisamente demasiado difícil. Tras cinco minutos que resultaron insuficientes para pedir autógrafos y fotografiarse con todos ellos, se marcharon para realizar el último entrenamiento antes del partido y les despedimos con gritos de ánimo. Sí que me dio tiempo a darle al siete el decálogo de Juanito que nos había llevado allí para que lo leyera a los compañeros (no sé si lo llegó a hacer o si tiró el papelito al salir de la sala, pero el caso es que a la postre no sirvió de mucho). También hablamos con Miguel Torres, que fardó de que las chicas guapas iban a su colegio, y no al que íbamos a jugar nosotros al fútbol de pequeños, que está justo al lado, y enfrente del Santiago Bernabeu. Y por último, le dimos un gran abrazo a Íker Casillas en agradecimiento por tantas y tantas alegrías. Aunque el momento se nos hizo demasiado corto, habíamos estado con los jugadores a los que animamos todas las semanas. Podíamos darnos con un canto en los dientes.



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